martes, 3 de enero de 2017

Pura Potencia: brujería, Babalon y sexualidad femenina



Permítannos comenzar con una cita de aquel tan importante texto de brujería, la biblia del inquisidor, Malleus Mallefiarum:

Toda brujería proviene de la lujuria carnal, la cual en la mujer es insaciable.

Las fantasías de los cazadores de brujas sí encubren una verdad, no sólo acerca del sexo sino acerca de la fuente del poder, la mujer. Hay tanto una fascinación como un miedo operando aquí.

Toda brujería proviene de la lujuria carnal, la cual en la mujer es insaciable.

Aún con todos sus hierros y fuego, están atemorizados del apetito carnal de la mujer. Este es el primer principio de la brujería, antes que muñecos, encantamientos, cánticos, pociones, velas y habladurías: el puro poder de la sexualidad femenina. Desnudada, violada, colgada torturada por garrucha, quemada, sin embargo, la mujer permanece milagrosamente inconquistable entre las llamas.

Toda brujería proviene de la lujuria carnal, la cual en la mujer es insaciable.

Aunque la inquisición aún está con nosotros, ella no puede ser quemada cuando ella es el fuego. Así que ¿podemos encontrar en la brujería moderna una vía para acceder a este incandescente poder? ¿Hay voces y hay alguna diosa que se refiera a la lujuria carnal?

“Nosotros somos la brujería. La organización más vieja del mundo. Cuando el primer hombre nació, ahi estuvimos. Entonamos la primera canción de cuna. Sanamos la primera herida, calmamos el primer terror. Fuimos los Guardianes contra la Oscuridad, los Ayudantes en el sendero izquierdo.

Estamos del lado del ser humano, de la vida y el individuo. Por lo tanto estamos contra la religión, la moralidad y el gobierno. Por lo tanto nuestro nombre es Lucifer. Estamos del lado de la libertad, el amor, el gozo y la risa y la divina ebriedad. Por lo tanto nuestro nombre es Babalon.

A veces nos movemos abiertamente, otras veces en silencio y en secreto. Noche y día son uno para nosotros, calma y tormenta, estaciones y los ciclos del ser humano, todas estas cosas son una, pues estamos en la raíz. Suplicantes nos erguimos frente a los Poderes de la Vida y la Muerte y somos oídos por estos poderes y ayudados. Nuestro es el sendero secreto, la dirección desconocida. Nuestra es la senda de la serpiente en los arbustos, nuestro conocimiento está en los ojos de los chivos y de las mujeres.”

Este es uno de los fragmentos sobrevivientes de la obra de Jack Parsons. Escrito en 1950 en la natividad de la brujería pagana moderna y sin embargo su escritura e ideas son aún mayormente desconocidas. El suyo es un nombre no mencionado en la historia del Arte o el índice de el Triunfo de la Luna de Ronald Hutton. Nuestra obra es una continuación del espíritu, sino la letra, de su trabajo y retorno a las raíces de la brujería. En el instintivo y apasionado ejemplo de Jack Parsons, podemos encontrar una manera de reconectar con el espíritu primal de la mujer y el hombre: una alianza de iguales. La historia de Jack puede reducirse a una sola palabra susurrada, el nombre de su diosa: Babalon. La despreciada puta del Apocalipsis. En Apocalipsis 17 Juan de Patmos la evoca:

Y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; Y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.

Pero esta no es una imagen estrictamente Cristiana, detrás del sulfuro y las escobas está la Diosa oracular del amor y la guerra viniendo a devorar el mundo. No una negra o una blanca, sino una Diosa roja. Hemos expuesto los orígenes paganos del apocalipsis en nuestros textos. Nuestra investigación nos ha llevado en un peregrinaje a la cueva misma donde Juan compuso su venenosa carta a la diosa. Hemos hecho más estudio bíblico que la mayoría de los devotos Cristianos. El inescapable hecho de nuestra investigación es que el Cristianismo está violentamente opuesto a la diosa, la brujería y la búsqueda del conocimiento. En particular las imágenes del Apocalipsis vienen de la demonización de la diosa conocida como Inanna, Ishtar, Astarté, un desprecio repetido en la literatura bíblica desde la cautividad en Babilonia. El fracaso del dios de los Judíos de salvar Jerusalén y el Templo de la destrucción fue derechamente culpado al culto a divinidades paganas en la propaganda de discursos de odio de los profetas bíblicos.

En el Apocalipsis, Juan continúa la guerra contra la mujer, y en particular contra su rol oracular. En Éfeso las sacerdotisas llevan una banda alrededor de la frente inscrita con la palabra griega MISTERIO y declamaban profecías. Esta diosa hablante era una amenaza a aquellos que veían la religión como firmada y sellada en un libro. Es esta conexión directa la que define a la brujería.

En los cultos paganos era el vino que inspiraba la divina intoxicación, un vino cargado con hachís, opio, beleño y ruda, un vino endulzado con efluvios sexuales. Pero para Juan, este era un cáliz envenenado, y la sacerdotisa que entraba en estados de posesión, una puta. No hay ni que mencionar, que las drogas visionarias eran también las del éxtasis sexual, y una brujería que no vuela al sabbat en estas alas no es brujería en absoluto. Las limitaciones de la libertad sexual van de la mano con las prohibiciones de los vinos sabbáticos.



En la iconografía de Babalon y en atisbos en las escrituras bíblicas, es posible experimentar una historia prohibida desplegándose que nos empapa de perfume y néctar, que nos lacera con espinas. La mujer es el segundo sexo, violado, degradado, despreciado y demonizado. Sin embargo su poder erótico arde sin menoscabo, irreductible. He aquí Babalon. Desde el legado de Inanna, Ishtar, Astarté, Afrodita, una diosa ha llegado, una que no es casta y virginal, una que no está desconectada de su cuerpo, una que nos posee con la furia de Eros y el éxtasis de la brujería viva. Babalón es la figura clave detrás de la magia enoquiana de John Dee, Babalón confundió a Crowley y Babalón convirtió en una llama viva a Jack Parsons. Más que una reconstrucción del pasado, esta es una diosa que está tomando forma a nuestro alrededor y dentro de nosotros ahora.

El Descenso de Inanna
La supresión y control de la sexualidad femenina no es fenómeno nuevo. Algunos de nuestros primeros escritos existentes, textos de Mesopotamia que se remontan al tercer milenio antes de cristo, tales como Inanna y el Árbol Huluppu y el Descenso de Inanna, ofrecen evidencias de que el cuerpo femenino era sujeto de una extrema ambivalencia, siendo el sexo no-procreativo en particular, considerado con sospecha y miedo.

Es en este tiempo que descubrimos primero las lilitu, malignos demonios femeninos que controlaban los “vientos tormentosos” (portadores de enfermedades) y que volaban como pájaros. Fueron definidos por características sexuales negativas: están sin matrimonio y por lo tanto, no bajo el dominio de un hombre; son seductoras, activamente buscando hombres para satisfacerse; y son asesinas de infantes. No sólo ellas solicitan e se involucran en sexo “no-natural”, esto es, sexo no procreativo, las lilitu roban y matan niños, emasculan hombres, y causan abortos y muertes en madres. Son, aunque aparentemente exiliados a lo salvaje, a lo externo, capaces de transgredir y penetrar las habitaciones humanas domésticas. Les vemos asomándose por ventanas y puertas, el motivo iconográfico standard de la prostituta, y colándose a las casas sin invitación. Son las ladronas y putas que acechan a la gente civilizada y respetuosa de la ley, y están en el corazón mismo de la ciudad.

Esta misma iconografía es usada para la propia Diosa: Inanna-Ishtar. Ella se yergue en la ventana buscando un hombre para seducirlo, amarlo y matarlo. Inanna se mostraba a sí misma provocadoramente en ventanas y puertas, ella inicia el contacto sexual y era llamada sahiratu, la que ronda alrededor. En himnos ella es descrita yendo de casa en casa y de calle en calle, unas frases usadas posteriormente para describir demonios y repetida en el Cantar de los Cantares, el cual a pesar de ser atribuido a Salomón es un pastiche de estos himnos anteriores a la Diosa.

Las lilitu son la inspiración para Lilith, sacada del árbol Huluppu y arrojada a la consciencia judía como el arquetipo de la insubordinada y peligrosa sexualidad femenina. En el mito judío, Lilith fue la primera esposa de Adán, que se rehusó a yacer debajo de él y quiso tomar la postura de la mujer arriba en vez de la postura del misionero. Esta es la genealogía de la bruja, cuyo árbol familiar se enraíza profundamente en el adn conflictuado de nuestras primeras civilizaciones.

La desconexión con la conciencia chamánica de nuestros ancestros fue conseguida construyendo ciudades amuralladas, pirámides escalonadas imitando el surgimiento del orden jerárquico y la organización patrilineal; la montaña sagrada y la cueva ahora hechas de ladrillo cocido, la sacerdotisa que da al rey su derecho a gobernar ahora una función estatal en vez de una mujer salvaje, una chamán. Las historias y mitos de Mesopotamia son ya antiguos cuando son impresos en tablillas de arcilla, y podemos intuir capas de anterior material chamánico en ellos.

Vale la pena sumergirse en el mito del descenso de Inanna-Ishtar. Una descripción de la iniciación de la diosa y sacerdotisa, una obra de misterio, y un drama de formación del alcanzar la madurez sexual. También puede ser leído como un descenso chamánico y una ordalía, en la cual Inanna es forzada en cada una de las siete puertas del inframundo a rendir uno de los siete símbolos de su poder terrenal con los cuales se ha preparado, mientras es llevada, agachada y desnuda, al salón del trono de su hermana Ereshkigal, la diosa del inframundo, el Gran Abajo. Ella es, en un sentido, la mente ctónica, pre-consciente y no-iluminada oscuridad, hambre absoluta y apetito. Una devoradora. Inanna, desde sus dominios en el Gran Arriba, ha oído a su hermana Ereshkigal -ostensiblemente gimiendo por su esposo muerto- aunque la descripción es claramente un juego de palabras con los dolores menstruales, o los dolores de la labor del parto, o los gemidos de la lujuria. Todas estas explicaciones creo son posibles e intencionadas.  

En las siete puertas concéntricas del inframundo, Inanna es compelida a entregar todos sus atributos mundanos de poder y feminidad. Es desnudada para la confrontación final con su hermana. La brujería y las iniciaciones chamánicas son siempre una ordalía. En el texto se lee:

Desnuda y agachada, Inanna entró al salón del trono.

Ereshkigal se levantó de su trono.

Inanna empezó a avanzar hacia el trono.

Los Annuna, jueces del inframundo, la rodearon.

Ellos emitieron sus juicios contra ella.

Entonces Ereshkigal clavó en Inanna el ojo de la muerte.

Entonces habló contra ella la palabra de la ira.

Ella pronunció contra ella el grito de la culpa

Ella la golpeó.

Inanna fue convertida en cadaver.

Un trozo de carne pudriéndose,

Y fue colgada de un gancho en la pared.

Inanna es colgada como un trozo de carne en una carnicería. La imagen de Inanna colgada de un gancho trae a la mente los rituales de suspensión, pero en un análisis más detallado nos damos cuenta que este acto de iniciación es una inversión. Cuando la carne es colgada es por las piernas traseras, los pies, para que la sangre pueda ser drenada por la garganta. Entonces tenemos aquí un sacrificio ctónico, y simultáneamente una imagen de la menstruación. Uno podría especular también una conexión con la posición cabeza abajo de un bebé en el canal de parto. Una posiblemente más antigua versión del mito tiene a Inanna consumida (como sacrificio) por su hermana y luego parida por ella. Esto no puede ser descartado como un primitivo (mal)entendido psicológico, actos similares de las “madres” y capturadoras femeninas son detallados en los Tantras. Ver El Beso de la Yogini de David Gordon White (un trabajo controvertido pero que recomendamos encarecidamente estudiar) para muchos paralelismos interesantes y comprensiones en este respecto.

Inanna es rescatada del inframundo por la intercesión de otro chamán, Enki, quien envía dos golem (un galatur y un kurgarra) creados a partir de saliva y mugre de uñas. Estos consuelan a Ereshkigal en su dolor, repitiendo sus lamentos, a la manera de lamentadores profesionales. Podríamos verlos incluso como dildos, dado que la excitación y el sexo pueden ser usados por las mujeres para aliviar los dolores menstruales. Vale la pena leer La Herida Sabia de Penelope Shuttle y Peter Redgrove para mayor comprensión. Ese trabajo, y la Diosa Negra y el Sexto Sentido de Redgrove debieran estar en cualquier lista de lectura de brujería.

Para volver a nuestra narrativa: calmada, Ereshkigal otorga a galatur y kurgarra un deseo y ellos piden el cadáver de Inanna, el cual devuelven a la vida con comida y agua de la vida. Ella regresa a la tierra con un séquito de demonios que arrastran a su esposo Tammuz en su lugar. ¿Qué, además de una vida por una vida y vida por muerte, ha sido intercambiado? Al ser despojada de todo lo que le identifica como mujer, sacerdotisa y reina, en esta absoluta auto-negación ante su hermana, Inanna gana auto-conocimiento. Ella ha confrontado la oscuridad, los rincones desconocidos del mundo que yace fuera de sus dominios (vida, luz, amor) y en este proceso de reconocimiento de lo otro, este sacrificio de sí misma, ha ganado conocimiento carnal de la oscuridad de Ereshkigal. La sexualidad se vuelve no una fuerza ciega que te controla, sino un poder que puede ser ejercido conscientemente. En términos psicológicos llamaríamos a esto integración: la diosa que desciende no es la diosa que regresa. Ereshkigal ha otorgado a Inanna el poder puro de su sexualidad. Tal como la historia concluye: ¡Todas las alabanzas a Ereshkigal!

Este uso auto-consciente de la sexualidad es tradicionalmente el dominio de la prostituta, e Inanna era la diosa del sexo y las prostitutas, cuyos repertorios de técnicas incluían como evitar el embarazo, las artes de evocar e invocar el placer, las artes del disfraz, la transformación y la ilusión. Estas son ganadas a través del conocimiento desinhibido del ser. Aunque no falseamos con romanticismos la vida de las antiguas o modernas prostitutas, estas permanecen como un símbolo de una sexualidad femenina independiente en una historia humana de represión carnal. Confianza, fuerza, consciencia: estos son raramente regalos con los que nacemos, sino que son ganados arrebatándolos del espejo oscuro al inframundo.  

La brujería, tal como la ordalía de Inanna, es un asunto de conocimiento carnal, es una cuestión de gnosis en y a través del cuerpo. Usamos la estructura mítica del descenso en nuestro propio trabajo, regresando al Gran Abajo cada año en nuestros ritos en Samhain. Sin el descenso al inframundo, no puede haber ningún vuelo al sabbat. La incubación, la oscuridad, la caverna, la profunda mente soñadora, son donde descubrimos y traemos de vuelta el poder para transformar tanto nuestro mundo como a nosotros mismos. La sexualidad y la creatividad están inexorablemente vinculadas, pero para acceder a estas profundidades tan potentes y primordiales necesitamos despojarnos de nuestro ser civilizado, desnudos y vacíos de palabras.  

Como hemos visto, lo demoníaco femenino de Lilith emigra al judaísmo, así como también una culpable y demonizada Eva. Inanna-Ishtar se convierte en Astarté quien, con su consorte Baal, es denunciado en el antiguo testamento antes que San Juan le dé el giro final a la historia, y con los adornos de la Roma imperial, la nombra en honor al viejo enemigo, Babilonia. El apocalipsis, tal como ese otro himno a la diosa del amor, el cantar de los cantares, llevó la antigua religión hacia una nueva era post-pagana. Ha sido leído mal y malinterpretado desde entonces, pero permanece como uno de los mitos fundamentales sobre los cuales nuestro mundo moderno gira.

El sabbat

La imágen de Babalon pende sobre la Edad Media como la ramera del apocalipsis, su voluptuosa sensualidad, opulencia ostentosa y belleza elevados al epítome de la carnalidad y el pecado. Europa, arrasada por la Peste Negra, babeaba por imágenes del Apocalipsis buscando salvación de las hambrunas, guerras y plagas que mataron ala mitad de la población en cuatro oscuros años. El escenario estaba preparado para la aparición de la Mujer, el Dragón, la Bestia y Anticristo. El fin del mundo estaba cerca como los panfletos populares y los predicadores por igual proclamaban. Entre 1458 y 1650 el Apocalipsis fue re-impreso en 750 ediciones. La imaginería del apocalipsis saturó la cultura. Este florecer macabro de una cristiandad apocalíptica abrió el camino para una intensificada opresión sexual, aunque en el corazón de la rosa está también la solución a ello: la supervivencia de la diosa en una nueva y más potente forma moderna.

La historia medieval es una letanía de la reducción y constricción de los poderes y prospectos de la mujer en el mundo. Las libertades que la mujer había ejercido en esferas tales como la medicina o el parto fueron revocadas. Las parteras y sus filtros de plantas se volvieron sospechosas; los alquimistas masculinos se apropiaron de la función de la maternidad mientras las matrices de las mujeres reales se volvieron efectivamente propiedad de los señores feudales.

Pero la guerra fue más amplia que ésto. Déjame darte un ejemplo: en Francia, el estado despenalizó la violación femenina mientras fueran campesinas o trabajadoras. Tal abiertamente divisora maniobra de parte de las autoridades municipales francesas tendría efectos catastróficos para ambos sexos. Las mujeres portarían las cicatrices y el estigma social de lo que era una violación oficialmente patrocinada diseñada para aplacar la frustración sexual de los hombres de clase obrera. Los hombres sufrirían en el quiebre de la solidaridad de clase, como víctimas de una estrategia de dividir y conquistar que los convirtió en obreros sin derechos y control de la sexualidad masculina a través de la mujer.

Vale la pena citar a Silvia Federicci aquí, en cuya obra Calibán y la Bruja, buena parte de esta historia es relatada:

La legalización de la violación creó un clima de intensa misoginia que degradó a todas las mujeres sin importar la clase. También desensibilizó a la población a la perpetración de violencia contra la mujer, preparando el terreno para la cacería de brujas que comenzó en el mismo periodo. Fue a finales del siglo 14 que los primeros juicios a brujas tomaron lugar, y por primera vez la Inquisición registró la existencia de una herejía exclusivamente femenina y una secta de adoradoras del demonio.

La demonización y control de la mujer bajo el sistema feudal proto-capitalista significó el intento de la clase dominante de domesticar a toda la población: era la mujer, como sí misma, y como madre, hermana, esposa, amante, camarada en armas, que tuvo que ser deshecha para poder romper la fuerza de la comunidad.

Este proceso de domesticación ha continuado, sin hombres y mujeres verdaderos, sino más bien una masa pasiva de consumidores de ojos muertos. Es el sexo y la diferencia los que pueden encendernos, tal como la violación fue usada para dividirnos.

El historiador francés Jules Michelet, observando este periodo de la historia con sensibilidad del siglo XIX, vio en la figura de la bruja un símbolo del pueblo francés. El surgimiento de un sentir nacionalista romántico entre la burguesía arrojó a la figura de la bruja como un ícono tanto pre como anticristiano. Michelet, inspirado por Jacob Grim y su libro Deutsche Mythologie, le da el papel a la bruja de sanadora, mujer sabia y defensora del pueblo, como repositorio del conocimiento nativo y las tradiciones nunca perdidas. También, especifica y ficticiamente, la identifica con la Revolución. En La Bruja, escribe:

Bajo tal sistema de ciega e indiscriminada represión, aventurarse un poco y aventurarse mucho y lejos, es igual, y el riesgo es el mismo. El peligro mismo incurrido aumentaba la audacia de la bruja, y les llevaba a atreverse a todo.

Michelet también une explícitamente el cuerpo femenino con la Revolución, y el esperado retorno al ritmo cíclico, natural, que ella encarna:

...que el maravilloso monstruo de la vida universal estaba dentro de ella; que desde ahora en adelante, la vida, la muerte, todo era contenido dentro de sus entrañas, y que al precio de tal dolorosa labor, ella había concebido a la Naturaleza.

Una imagen extrañamente reminiscente de Ereshkigal gimiendo con lujuria o dolor en el inframundo. Tanto la inversión como la revolución son inherentes a la brujería. Lo que en un sentido microcósmico puede ser hallado en el cuerpo femenino, se manifiesta en el panorama de las experiencias vividas y compartidas como sabbats y misas negras. Michelet una vez más reconoció esto:

En los Sabbat de las Brujas la mujer cumple cada cargo. Ella es sacerdotisa, altar, y ostia consagrada… A final de cuentas, ¿no es ella el propio Dios del Sacrificio también?

La centralidad de la Mujer no es para exclusión de todo, más bien ella une todo. Como cueva, caldero, cáliz, matriz y concha ella contiene todo y todo emerge desde ella. Lo que distingue al sabbat, o por cierto la misa negra, de la misa cristiana o nuestra propia era de consumismo, es su inclusividad: un sentido de regocijo, licencia, festín, coqueteo, danza y abandono. Es una comunión de revuelta bajo la égida de una sacerdotisa. Desviando la mirada y lógica masculinas al describir esta experiencia femenina, Catherine Clement escribe en The Newly-Born Woman:

El espectáculo reverso, la celebración, en la cual todos participan, en la cual nadie es un voyeur, es el Sabbat.

Importantemente, es llevado a cabo bajo el abrigo de la oscuridad. Siendo nocturno es libre de todas las imposiciones de la vida diurna, en particular, las obligaciones sociales que gobiernan la vida de una mujer. En el sabbat ella viste las personas prohibidas, se entrega a los aspectos de su naturaleza sexual como consorte maenadico y extático de bestias y demonios. De hecho, el sabbat es un descendiente de los ritos secretos llamados orgía, de los cuales nuestra palabra deriva, practicados en los antiguos cultos mistéricos, a menudo de forma exclusiva femenina. Son asociados particularmente con Dionisio, Cybele y otras deidades ctónicas pre-olímpicas. La orgía, como el sabbat, buscan disolver las barreras entre los celebrantes y la divinidad, que se dice viene o entra en el estado extático acrecentado del devoto.

La orgía es bastante peculiarmente una experiencia femenina, debido a la naturaleza erótica y sexual de la mujer. Su libido, que es cósmica, tiene el potencial de sumergir al individuo y la sociedad en una liberación violentamente extática de la conciencia.

El cuerpo no puede subordinarse a la razón.

Nuestra carne está viva y constantemente cambiando.

Uno de los futuros que prevemos a través de esta cada vez más hegemónica y reduccionista era es la manifestación de mujeres sin miedo y no razonables que despertarán a todos a su alrededor, que guiarán el camino a crear comunidades de individuos liberados. Por sobre todo, llamamos a un arte revolucionario que socave esta insostenible e inútil economía de intercambio, belleza por la pura belleza, belleza para todos. El sexo y la creación están inseparablemente ligados. Recuerda, el sabbat es también un reino imaginal, alcanzado a través de la estimulación erótica de los sentidos. Aquí está la peculiar y natural proclividad de la mujer a generar desbordes de fantasía y fantasmas de movimiento y emoción. Este es un estado sagrado. Y es alcanzado con energía sexual. Helene Cixous, en la Risa de la Medusa, escribe:

No se puede hablar acerca de una sexualidad femenina, uniforme, homogénea, clasificable en códigos, más de lo que se puede decir que un inconsciente sea tal como otro. El imaginario de la mujer es inacabable, como la música, la pintura, la escritura; su torrente de fantasmas es increíble...

Lo que podemos ver es que la brujería es continuamente re-imaginada y re-vigorizada con la sangre de cada generación. Por nuevas voces. Por fuertes mujeres sexualmente independientes. Y hay una necesidad urgente de brujería. El cristianismo ha sido reemplazado por el corporativismo que nos dice que la libertad es el derecho a trabajar como esclavos; que ser mujer es un constante molino de consumismo y auto-desprecio; que la violación del planeta es la normalidad.

La bruja sale caminando milagrosamente por entre las llamas.

El cuerpo continúa hablando.

La sacerdotisa no será silenciada, el oráculo nunca se cierra.

La brujería nunca es fija.

Cada revolución bruja es una revolución sexual.

Aunque podemos regresar en nuestras investigaciones a las profundidades del inframundo Sumerio, o los matriarcados de Margaret Murray, o la Antigua Europa de Maria Gimbutas, la brujería siempre está en el cuerpo desnudo de la bruja. Nuestras visiones, nuestros ritos, nuestros rituales en nuestro tiempo. Nuestro deseo de reconectar con el puro poder de la brujería, la lujuria carnal, la cual en la mujer es insaciable.







Alkistis Dimech & Peter Grey

Traducción Juan Hong Meng

Fuentes

http://scarletimprint.com/2014/12/raw-power-witchcraft-babalon-and-female-sexuality/ Por Alkistis Dimech y Peter Grey

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